Ruge el acantilado como un león hambriento
a dos pasos del último paso.
Lo peor de todo
fue dejar de mirarte
a través del humo de los cigarros.
Frotar una sola piel
bajo el sonido de tu huella,
a tantas vidas de mi vida.
Hasta diez, me digo,
y hazlo bien por una vez:
Cinco,
Tres,
Siete,
Nueve.
Nunca supe contar en orden,
ya ves,
ni deshacerme de las cosas rotas.
Toma mis botas,
Patrona del Mar,
y súmame otra derrota...
2 comentarios:
los números en orden tampoco tienen por qué significar nada, y como muy inteligentemente sugiere el poema, hasta las cosas rotas sirven de sostén en muchas ocasiones...
Abrazos
Marian
Te encuentro últimamente más corporeo, no me preguntes por qué, pero esa es la sensación: que escribes cosas que se pueden masticar.
Beso grande ¿Diablos mañana?
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