A veces, al fin de la temporada, cuando los turistas se iban de Calella, se escuchaban aullidos desde el monte. Eran los clamores de los perros atados a los árboles. Los turistas usaban a los perros, para alivio de la soledad, mientras duraban las vacaciones; y después, a la hora de partir, los ataban monte adentro, para que no los siguieran. Eduardo Galeano. El Libro de los Abrazos. 1989.
1 comentario:
...me encanta ese libro
----por cierto, deja ya de cambiarte de vestido que cada vez que entro me pierdo y no sé dónde estoy.... jeje
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